Responsabilidad no directa, presencia de un testigo y consecuencias negativas para el paciente son las condiciones más propicias para un entorno error-friendly. Son las conclusiones de un estudio llevado a cabo en Alemania y publicado en la BMJ . La misma revista ya reveló en 2016 que el error médico es la tercera causa de muerte en EE.UU.
Madrid, 16 de abril de 2018. Los médicos pueden trabajar por la seguridad del paciente y realizar cierto seguimiento de sus errores para prevenir el daño futuro, pero también son responsables de la generación de errores y han de sobreponerse a sus consecuencias, convirtiéndose, en ocasiones, en “segundas víctimas”. Las cifras hablan por sí mismas: en 2016 investigadores de la universidad John Hopkins de Baltimore situaban el error médico como la tercera causa de muerte en EE.UU. La importancia de desarrollar habilidades para confrontar esta dualidad latente resulta vital. Y es ahí donde la presentación de hipótesis y la discusión clínica dan un golpe sobre la mesa.
Isabel Kiesewetter, Karen D. Könings, Moritz Kager y Jan Kiesewtter concluyen en un estudio cualitativo realizado entre 159 residentes y publicado recientemente en la British Medical Journal que “la respuesta emocional domina el escenario cuando el estudiante causa el error por sí mismo, mientras que cuando se trata de un colega, los residentes se inclinan hacia reportar el error y ejecutar acciones preventivas”. Para llevar a término su análisis, los expertos crearon seis escenarios de una viñeta de caso sobre una hipotética pero realista situación relativa a un error médico. El modelo ya había sido testado en el Centro Médico de la Universidad de Maastrich en los países bajos y se trasladó a Alemania.
Preguntados por sus intenciones de comportamiento, cuando el estudiante es el responsable del error, los participantes mencionaron la comunicación con colegas (13% vs 78%) y tomaron medidas preventivas con menos frecuencia (9% vs 16%) que si otra persona fuera la causante. En la misma línea, los estudiantes se mostraron más empáticos con el paciente y proclives a informarlo sobre un error cuando alguien había sido testigo de lo sucedido (40% vs 21%). En el caso de producirse daños, los estudiantes tienden a excusarse con sus pacientes y dar la cara ante sus superiores (35% vs 22%), mientras que si el error no produce consecuencias negativas optan mayoritariamente por callar y tratar de asimilar la lección (19% vs 5%).
Aunque no hay estadísticas oficiales sobre las muertes motivadas por errores médicos, una revisión reciente de la literatura al respecto estima que cada año mueren por esta causa entre 210.000 y 400.000 pacientes hospitalizados. Mediante el uso de estudios que se remontan hasta 1999 y extrapolando los datos al conjunto de hospitalizaciones registradas en Estados Unidos en 2013, Martin Makary y Michael Daniel, de la Universidad de Medicina John Hopkins, promedian 251.454 muertes anuales. "La gente muere por errores en el diagnóstico, sobredosis de medicamentos, cuidados fragmentados, problemas de comunicación o complicaciones evitables", aseguran los expertos.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), los datos europeos muestran que los eventos adversos (EA) relacionados con la atención médica ocurren en entre un 8% y un 12% de las hospitalizaciones. El Departamento de Salud del Reino Unido, en su informe de 2000 'Una organización con memoria', calculó alrededor de 850.000 eventos adversos al año (10% de los ingresos hospitalarios) y España, Francia y Dinamarca han publicado estudios de incidencia con resultados similares. Al otro lado del charco, en 2009 el estudio Estudio Iberoamericano de Eventos Adversos (Ibeas) situó la media de EA en el 10,5% de las hospitalizaciones en Argentina, Colombia, Perú, Costa Rica y México. En territorio mexicano, la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (Conamed) eleva a más de 15.000 las inconformidades recibidas con respecto a la atención médica.
Comparando los cálculos de Makary y Daniel con datos del Centers for Disease Control and Prevention, los daños iatrogénicos concentrarían el 9,6% de las muertes en Estados Unidos. Por delante solo estarían las enfermedades del corazón y el cáncer. No obstante, el porcentaje podría ser superior, ya que sólo concibe las defunciones acaecidas en el hospital y el supuesto de muerte por error médico no se recoge en los informes. De hecho, el error humano que conduce a la muerte de un paciente no es una variable reconocida. El sistema de codificación ICD-10, el primer indicador del estado de salud según la OMS, limita la inferencia de los tipos de error médico. Esto es, la clasificación internacional de enfermedades no tiene una denominación para el error médico.
Inherente al desempeño
Si bien tanto Makary como Daniel destacan que el error humano es inevitable, “el problema –indican- no debería estar exento del método científico”. El abordaje pasa por evaluar el error humano para diseñar sistemas de seguridad que disminuyan su frecuencia, visibilidad y consecuencias. Hasta la fecha las discusiones sobre su prevención ocurrían en foros limitados y confidenciales como comités hospitalarios y conferencias internas en los que solo se revisa una parte de los EA detectados y a menudo las lecciones aprendidas no se transmiten más allá del servicio o la institución. Ambos autores sostienen que la labor sanitaria mejoraría si los datos se compartieran del mismo modo que se comparten las investigaciones sobre cualquier dolencia.
En concreto, en lugar de simplemente exponer una causa de la muerte, los investigadores proponen añadir una casilla en los certificados de defunciones para señalar si la persona murió por una complicación evitable asociada a los cuidados médicos. Otra estrategia sería implementar protocolos en los propios hospitales con objeto de evaluar el potencial del error en el resultado de muerte. En definitiva, “la estandarización de la recopilación de datos y la medición de las consecuencias de la atención médica son un requisito fundamental para crear una cultura de aprendizaje de nuestros errores”.
En última instancia, para Kiesewetter et al: “Los estudiantes deben entender que lidiar con los errores es parte de la profesión. Y los educadores deben entender que es necesario educar a los estudiantes para que sepan exactamente qué hacer ante un error y cómo manejar sus emociones”. Todo redunda en la necesidad de dotar a la profesión de infraestructura y competencias específicas.
Referencias
Kiesewetter I, Könings KD, Kager M, Kiseweter J, Undergraduate medical students’ behavioural intentions towards medical errors and how to handle them: a qualitative vignette study. BMJ Open. 2018;8:e019500. doi: 10.1136/bmjopen-2017-019500
Makary M A, Daniel M. Medical error—the third leading cause of death in the US. BMJ. 2016; 353 :i2139. doi: https://doi.org/10.1136/bmj.i2139
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